miércoles, 14 de septiembre de 2016

LA MEDICINA A TRAVÉS DEL TIEMPO - ( parte 1)


Desde la aparición del hombre en la Tierra se inicia la práctica de la medicina. Los hechos mismos que realizaran los hombres primitivos de manera instintiva como inmovilizar una articulación o un hueso fracturado, la acción de comprimir una región, intentar parar una hemorragia, lamer una llaga o desparasitarse los unos a los otros, fueron quizás las acciones más sencillas que precedieron a la aparición de la medicina.
La medicina nace de las necesidades prácticas de la sociedad humana y no como una simple aspiración a conocer la verdad. Todas las sociedades tienen que enfrentarse con los problemas que les plantean las enfermedades como fenómenos inseparables en la vida del hombre. La medicina es precisamente el resultado de dicho enfrentamiento, es el conjunto de actividades destinadas a luchar contra las enfermedades intentando curarlas o aliviarlas así como prevenir su aparición y favorecer la salud.La medicina y la religión tienen un origen común. El hombre primitivo se encontraba rodeado de una naturaleza que le era hostil y seguramente se sentía amenazado diariamente por fuerzas misteriosas que no comprendía, y que le producían el hambre y la muerte, así como las enfermedades que producían la muerte de algunos individuos.
La cuestión de la definición del acto médico es crucial. ¿Debe considerarse que el corte del cordón umbilical es un acto médico, y en tal caso la medicina sería tan antigua como el hombre, y en cierta medida, común a los animales? La noción de cuidados « médicos » conlleva necesariamente una parte de arbitrariedad. Un acto médico puede definirse como la operación orientada a aliviar el sufrimiento o la enfermedad: que se consiga por la vía rápida de un acto chamánico o gracias a un conocimiento adquirido por la observación, es esta voluntad de aliviar lo que importa. Incluso en caso de fallecimiento, la existencia de una ceremonia funeraria de enterramiento o cremación implica una voluntad de ayudar al prójimo en su paso al más allá como cuando estaba vivo. Una ceremonia así es la prueba de un vínculo mental entre los vivos y los muertos. Se puede entonces aventurar que la medicina aparece en el momento en que el hombre honra a sus muertos, en vez de abandonar los cadáveres de sus semejantes a los carroñeros. 
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LA MEDICINA EN LA PREHISTORIA
La enfermedad y la muerte no han hecho jamás distingos en hombres y animales, creando en ambos desde tiempos prehistóricos la necesidad imperiosa de aliviar sus sufrimientos. Se puede decir que enfermedad y dolor físico nacieron con la vida. Antes que el hombre existieron los animales y el estudio de las enfermedades en los animales y en el hombre prehistórico es lo que constituye la paleopatología, cuyos métodos son el estudio de los restos humanos o animales, de las momias, de las figurillas de arcilla y en general de los objetos encontrados. Las primeras criaturas humanas trataron sus heridas de modo instintivo, lamiendo, chupando, apretando, frotando y soplando. Paulatinamente, estas reacciones individuales se formalizaron en conductas ritualistas, acabando por ser el ritual tan importante como el tratamiento, lo que originaría más adelante la magia simpática.
Las lesiones por accidente y combate, el descuartizamiento de bestias, el canibalismo les dio una idea de cómo era por dentro el ser humano y su contenido visceral, como revelan las pinturas paleolíticas que ya localizan el corazón de los elefantes como el mejor lugar donde asestar el golpe mortal. Al devorar órganos
animales y humanos, originaron el principio de la similitud en terapéutica.
Poco a poco, empezaron a usarse las armas de agresión para hacer incisiones curativas. A la succión y lamido reemplazaron las sangrías, escarificaciones y amputaciones y la cirugía con herramientas de piedra. Con el fuego, nacieron las lesiones por quemadura, pero también la cauterización. El fuego fue un poderoso
agente sociológico que agrupó en torno a sus cálidas cavernas a las criaturas humanas, convirtiéndose el hogar en símbolo de la familia humana. Las fracturas,
primero enyesadas como hacían los simios con barro, crearon al secarse un enyesado natural. La primera medicina se inspiró en lo visto, en lo que se sabía por
experiencia propia, como más tarde se inspiraría en lo sabido y en lo creído.
Más tarde y desconociendo siempre las leyes físicas de la causalidad, el hombre frente a los fenómenos de la naturaleza, que le ocasionaban unos y admiración y otros pavor, atribuyó estos fenómenos a voluntades todopoderosas y sobrenaturales, de las que distinguía buenas y malas y las perfeccionó el sol, la luna, los volcanes, el fuego, etc., a los que tributó reverencia. La enfermedad era ocasionada directamente por esas voluntades o por aquellos espíritus malignos y a veces por otros seres humanos en quienes creían se había encarnado aquellos espíritus. Se creó así un concepto mágico y un concepto religioso de la enfermedad que había de perdurar por milenios.
La medicina primitiva fue pues, intuitiva, mágica y religiosa; pero pronto la experiencia le demostró al hombre primitivo que había ciertos vegetales que suprimían la fiebre, que curaban más rápidamente las heridas, etc., y comenzó a usar estos vegetales en una medicina mágica, en la aplicación de los procedimientos curativos como mágica siguió siendo la interpretación de la enfermedad. Pero mal podríamos calificar como mágica a la aplicación terapéutica de la Botánica que la experiencia enseño a nuestros antepasados, aun que para ellos tales aplicaciones hayan actuado al conjuro de la magia y en su arte de curar haya prevalecido el síntoma y no el diagnóstico.
En el Mesolítico donde aparece el Mago o Chaman, tal vez por la necesidad de buscar intermediarios para acudir a los dioses y para destruir la maléfica acción de los espíritus malignos. Este intermediario no podría ser otra sino aquel que demostraba superioridad sobre los demás, aquel que tenía a su cargo la orientación de las actividades en los grupos familiares o en las tribus o clanes. Este miembro de la familia o tribu, especie de practicante religioso, en la que se juntaban las funciones sacerdote, maestro, médico y policía, era llamado mago o chamán, el primer médico en la historia de la humanidad.
Los antropólogos han llegado a establecer que el chamán presidía los ritos de la pubertad, de la fecundidad y de la muerte, o sea "los ritos de transición", que se referían a los sucesos acaecidos en la persona y los "ritos de intensificación" con los que se trataba de superar las crisis colectivas como: epidemias, tempestades o hambre.
Las mujeres sanadoras por lo regular usaban hierbas medicinales y su categoría era
inferior a la del chamán; a ellas se les reservaban especialmente los partos. Para
expulsar el feto colocaban a la mujer en posición sentada, acuclillada o de rodillas y
ocasionalmente de pie. La partera cantaba, mientras con masajes recorría el cuerpo
de la parturienta de arriba a abajo. En los casos difíciles, sacudía a la paciente y ya
al fin del alumbramiento solía obligarla a estornudar.
LA TREPANACIÓN: Trepanación es la perforación de un hueso, se usa comúnmente para los orificios hecho en el cráneo. La trepanación es una escisión mediante cirugía de un fragmento de hueso del cráneo en forma de disco, para llegar al interior de la cavidad craneal.
Las indicaciones más comunes son los traumatismos craneales, en los cuales se produce una hemorragia interna que pone en peligro el cerebro y la estirpación de tumores cerebrales. Se supone que en la antigüedad se empleaba la trepanación para tratamiento de dolores de cabeza y de la epilepsia. Los instrumentos usados más frecuentes son de corte: cuchillos, sierras, tumis, de percusión: escoplos y martillos o perforadores.
No es difícil comprender atendiendo a la importancia de la parte de nuestra anatomía donde se produce la escisión, la delicadeza y la precisión con la que debe llevarse a cabo dicha operación. Podríamos suponer que a estas alturas de la medicina, con tantos y tan destacados avances en cirugía de los que estamos siendo testigos, la trepanación no produjese más problemas que otro tipo de intervención más o menos delicada.
Sin embargo lo que seguro nos sorprendería es saber que es concretamente la trepanación la intervención quirúrgica más antigua de la que se tiene constancia.
Las más antiguas trazas de trepanación se remontan a finales del Neolítico, incluso al Mesolítico. El primer cráneo trepanado fue descubierto en 1685 por Montfaucon, en Cocherel, pero no fue hasta 1816 que Jean-Denis Barbié du Bocage presentó un cráneo encontrado en Nogent-les-Vierges « presentando un traumatismo que había provocado la pérdida de parte del cráneo, lo que no impidió a su poseedor vivir aún varios años (12 años según los cálculos de Frédéric Cuvier). En 1873, M. Prunières encontró un pedazo de parietal en un dolmen de Lozère, que probablemente fue usado como amuleto. Prunières fue el primero en usar el término de « trepanación », término enseguida fijado y mejor definido por Paul Broca. En 1878, Just Lucas-Championnière fue el primero en considerar que la trepanación no se usaba simplemente como un ritual, sino más bien era una medida quirúrgica destinada a hacer disminuir la presión intracraneal. Las excavaciones de Vasilyevica II tienen una antigüedad de 8.020 a 7.620 años En la época neolítica el cráneo de Ensin en Alsacia con dos defectos parcialmente cicatrizados tienen una cronografía de 5.100 +/-155 años
Es difícil de creer pero es cierto. Hasta nosotros han llegado vestigios del pasado, en forma de fósiles de cráneos del neolítico con evidencias claras de haber sufrido una trepanación. Ya el hombre en aquellos tiempos oscuros demostraba su osadía, atreviéndose a abrir una de las cavidades más importantes del ser humano, la que protege el cerebro.
Imaginarnos como se llevaría a cabo esta escalofriante operación en un poblado neolítico, sin medidas higiénicas, sin las anestesias actuales, sin la maquinaria de un quirófano, es capaz de erizarle la piel al más osado. Y así a todo, había pacientes que se ponían en manos de primitivos médicos para que les libraran, posiblemente de terribles dolores de cabeza.

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LA MEDICINA EN EL ANTIGUO EGIPTO
Del pedernal neolítico se pasó en Egipto bajo los faraones a una civilización dotada de escritura jeroglífica, metales, uso de plantas de sus marismas para hacer papiros
donde escribir con pincel signos alfabéticos, vidrios de colores, aleaciones y una casta de escribas —situada entre los aristócratas y los granjeros y artesanos— de la que surgirían los médicos. Sus pirámides —edificadas valiéndose de la palanca, la rampa y el rodillo— preservaron el cuerpo del hombre para proteger su alma.
Sus tumbas, momias y estelas reflejaron el culto obsesivo a la muerte, favorecido por un clima que todo lo conservaba: papel, seda, cuerpos humanos y piedras.
La cultura egipcia fue la más brillante de la antigüedad; se calcula que floreció 3000 años a.C, y dejo su historia escrita en papiros. Se sabe que existen ocho papiros en los diferentes museos del mundo; el Eberts que es una recopilación de textos médicos; el de Lahum que se refiere a ginecología; el de Hearst que es un formulario medico terapéutico. 
La tradición egipcia relacionó las crecidas del Nilo con la salud y la enfermedad, pues como ha señalado Jagailloux, las subidas del nivel de las aguas significaban abundantes cosechas y salud, mientras que los bajos niveles acarreaban el hambre y las epidemias. Su alimentación consistía y legumbres, frutas, huevos, algo de pescado, poca carne, y excluían de su dieta el cerdo y las bebidas alcohólicas.
Los Egipcios hacían uso frecuente de baños y abluciones y fueron cuidadosos de la higiene personal, la limpieza de su ropa, la higiene en sus casa y en la preparación de los alimentos. Los egipcios consideraban la salud como el estado natural del ser humano. La enfermedad podía clasificarse en dos grupos: aquellas cuyos síntomas eran evidentes, tales como los traumatismos, heridas, fracturas o quemaduras, en las que generalmente no se apelaba a explicaciones de tipo mágico, y el de aquellas cuyas causas era desconocida e invisible, en cuyo caso se daban razonamientos etiológicos de tipo mágico o metafísico. La alimentación inadecuada era origen de enfermedad. Aunque no empleaban la dieta como coadyuvante de la terapia.
El pueblo egipcio se preocupó mucho por la higiene. Los sacerdotes y clases dirigentes se depilaban absolutamente todo el cuerpo y se lavaban dos veces al día y dos de noche. No conocían el jabón, pero sí el natrón y la sosa; además se perfumaban y utilizaban gran cantidad de cosméticos para embellecerse y evitar la desecación cutánea.
MOMIFICACIÓN: Notable fue la momificación dedicada a conservar el cuerpo en condiciones de recibir el ka o alma liberada después de la muerte. Si el deber del médico era prevenir la putrefacción de los humores en el organismo vivo, el del embalsamador era evitarla en el cuerpo muerto. La momificación se realizó empleando sosa cáustica o inyectando aceite de cedro, usando vino y hierbas aromáticas, vaciando las vísceras, empleando vendas untadas de goma y representando la faz en tela de oro y piedras preciosas. La momia se depositaba en la cámara sepulcral, junto a canopes que contenían las vísceras, en espera del Juicio Final. 
Los egipcios consideraron en su doctrina religiosa que el alma existía y que podía regresar a encarnarse en el cuerpo de un difunto. Ello dio origen a la técnica de momificación que posibilito los primeros conocimientos de anatomía humana. La momificación se realizaba por médicos sacerdotes especialistas en la ¨casa de la muerte ¨, junto a las pirámides, que fue la forma que adoptaron las tumbas para que la arena no la sepultara y se perdieran en el olvido. El proceso era lento y duraba meses se extraían las vísceras y se colocaban en un jarrón ritual, el cerebro se sacaba a través de la nariz con un gancho especial y el cadáver se rellenaba con salitre y esencias aromáticas. El cuerpo era vendado de pies a cabezas y se depositaba en el ataúd con las vestiduras de su actividad en la tierra y sus instrumentos de trabajo; sobre la tapa se hacia la pintura de su persona. Todo lo anterior se realizaba con la idea de que el alma no fuese a equivocarse de cuerpo al regresar.
Las tres categorías médicas. En Egipto existían tres categorías de médicos: sacerdotes, magos y laicos. Se reunían en la ¨casa de la vida¨, situada también junto a las pirámides, que servía de escuela de medicina y de lugar donde se escribían los libros de medicina y cirugía. El Faraón se enorgullecía de ser el protector de este centro cultural y científico y aportaba el dinero para cubrir sus gastos y la compra de todo lo necesario en su desempeño. La función del sacerdote consistía en tratar de curar con oraciones, ofrendas a los dioses, sacrificios y penitencias. El mago hacia conjuros, exorcismos y actos de hechicería y recomendaba el uso de amuletos como protectores contra los malos espíritus que causaban las enfermedades. El médico laico, a semejanza del actual, aplicaba sus conocimientos empíricos de la medicina de su época. El sacerdote más importante fue Imhotep, quien no sólo cuidaba a los enfermos, sino que escribía, en forma de proverbio, todo cuanto aprendía del hombre y de la vida. Fue tal la admiración que causó su sabiduría que sus palabras pasaron a ser parte de la tradición nacional.
La medicina poseía un carácter ritual y empírico con claros conocimientos sobre higiene y cirugía y manejo de luxaciones, fracturas y heridas.
El Papiro de Ebers fue fundamental para dar el gran paso de la medicina mágica a la no mágica. En él aparecen consideraciones sobre la vida, la salud y la enfermedad, y se describen patologías específicas y su terapéutica, acompañadas de algún encantamiento.
El médico egipcio consideraba como centro vital la respiración, el aliento, el acto supremo por el que se percibe la vida. El ka se incorpora al cuerpo por el acto de respirar a través del aliento, del aire, con lo que se origina la teoría neumática de la enfermedad.
Para los egipcios el hombre era básicamente sano y no debía enfermar si vivía acorde con las normas divinas. Ello, sin embargo, no era un obstáculo para que se pensara en que otras causas externas como el viento, los animales y los insectos provocaban las afecciones.
Se pensaba que los males penetraban por los orificios naturales y se extendían por los metw o canales sanguíneos, con lo que se asoció a la enfermedad con la obstrucción de la red de colectores. Tal hipótesis fue el antecedente de la teoría de los humores. Se creía además en tres elementos importantes para la preservación de la salud: a) el baño, por su acción purificante, b) la evacuación intestinal (para la limpieza y drenaje de los metw) y c) la vida al aire libre.
 TREPANACIÓN: En relación con el procedimiento médico de la trepanación en el antiguo Egipto se disponen de  más datos que los investigadores han conseguido arrancarle al pasado.
Aún se conservan algunos trépanos de entonces. Eran estos los instrumentos que se utilizaban para cortar el hueso craneal. En la actualidad el fragmento óseo que se extrae vuelve a ocupar su lugar una vez terminada la intervención, aunque se puede sustituir con otros materiales, como metales o cementos especiales. Evidentemente esto era impensable en el antiguo Egipto. Los fragmentos extraídos eran conservados como amuletos religiosos y alguno de esos discos de hueso colgaban de los cuellos de los Egipcios.
Sin duda presenciar una trepanación faraónica debía resultar estremecedor. Durante un tiempo era costumbre entre los faraones, ser trepanados antes de morir. Era la misión del médico de la corte. En él recaía tan importante tarea. Cuando el hálito de vida del Dios de carne y hueso que era el faraón, llegaba a su ocaso, era el momento de llevar a cabo la intervención quirúrgica.
Hoy en día los orificios son tapados, pero inicialmente no era así. El faraón ya estaba listo para pasar a la otra vida, solo esperaba que le abrieran una brecha en su cavidad craneana. Hay teorías que explican esta costumbre diciendo que se pensaba que su alma abandonaría mejor el cuerpo.
Por fortuna el paciente se hallaba ya inconsciente. El trépano y el médico estaban preparados. Solo faltaba el hemostático. Tendría que apresurarse sino quería que la ira de la familia del faraón le obligara a pasar a la otra vida al tiempo que su amo.
Y es que al contrario de lo que podamos pensar el hemostático era un ser humano. Hoy día cuando tenemos problemas de coagulación sanguínea y por ejemplo, nos disponemos a ir al dentista, es normal que nos receten algún medicamento que responde al mismo nombre, hemostático, hemo de sangre y estático de detener. Exactamente ese es el efecto que se busca con la administración de este medicamento: detener el flujo sanguíneo.
En la operación en el antiguo Egipto que estamos presenciando, la cuantiosa pérdida de sangre que una trepanación debía producir, estaba solucionada a la llegada del curioso hemostático. Posiblemente sus rasgos físicos correspondieran al de cualquier compatriota de la época, aunque su dignidad y su distinción, eran heredadas de padres a hijos.
Según las creencias de la época su sola presencia en el gabinete preparado para la operación, era suficiente para detener la hemorragia. El puesto de hemostático del faraón se heredada pues en aquel tiempo se consideraba que la virtud de detener el flujo de la sangre se perpetuaba de una generación a otra dentro de la misma familia.
Aunque se tiene constancia de la existencia de los antiguos hemostáticos, hasta el momento no existe ninguna evidencia científica, ni explicación sensata, a este curioso fenómeno.
Una vez este importante personaje estaba presente, podía comenzar la operación. Si la trepanación tenía como fin extirpar un tumor cerebral, el primer paso era localizarlo lo más exactamente posible. Para ello el médico se valía de un modernísimo mazo, muy parecido a los que hoy día se utilizan en el taller. Golpeaba lentamente y con precisión el cráneo del paciente. Cuando este emitía un alarido de dolor, ya no cabía duda, acababa de localizar el tumor. Solo le restaba utilizar el trépano para cortar el hueso y alcanzar el cerebro. Una vez el tumor estuviese a la vista, sencillamente se cortaba y se sacaba. Después se limpiaba la herida y se encomendaba el éxito de la intervención a los dioses egipcios.
Así terminaba la trepanación. A veces con un cadáver en la mesa de operaciones pero otras muchas el paciente se recuperaba y volvía a su vida normal.
A pesar de las limitaciones de la época, la medicina egipcia se encontraba en un estadio bastante avanzado si la comparamos la existente en otros pueblos de la época. Son conocidas las noticias de viajes de médicos griegos al templo de Ptah, donde se encontraban guardados papiros con información sobre medicina —que no nos han llegado—; al igual que tal era la reputación de los médicos egipcios, que incluso los reyes persas Ciro y Darío, confiaron su salud a manos egipcias.
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LA MEDICINA EN LA ANTIGUA CHINA
La Medicina Tradicional China es la única medicina que tiene una existencia continua en cuanto a sus fundamentos desde hace más de 5000 años y a pesar de ser una medicina tan antigua como las medicinas Tibetana o Ayurvédica, ha evolucionado de manera sorprendente para adaptarse a las necesidades del mundo moderno.
En el siglo VI a. de C, la filosofía china e indirectamente la medicina se vieron marcadamente influenciados por Confucio y Lao Tse. La escuela Naturalista de Confucio (552-479 a.C.), consideraba el Cielo como la fuente última de la vida humana, es decir, la fuerza detrás de todos los constantes y regulares cambios a través de los cuales se da vida a todas las cosas y se da curso a todos los acontecimientos, ésto es lo que se entiende como “Camino del Cielo” en el Libro de los Cambios, el Camino no es más que la interacción del Yin y el Yang ,sin embargo, la Medicina Tradicional China surgió como una forma fundamentalmente Taoista de entender el cuerpo humano. El Taoismo nació hacia la segunda mitad de la dinastía Chou (1100 a.C.- 222 a.C), su fundador fue Lao-Tsê nacido en el 600 a.C, y consistió en una corriente de pensamiento muy arraigada donde se describe la existencia de una fuerza vital (Qi), que impregna el universo y todo lo que éste contiene, que se encuentra en un movimiento circular perpetuo de decadencia y renacimiento y se manifiesta por el par de opuestos Yin y Yang.

Los pilares básicos de la medicina china son la Teoría del Yin y el Yang y la Teoría de los Cinco Elementos. Los principios y las premisas de la medicinachina se extraen directamente de la filosofía tradicional taoísta, la escuela del pensamiento más antigua y singular de China. La mayor premisa de la teoría medicinal china es que toda forma de vida del universo es animada gracias a una
energía vital denominada "Qi". El "Qi", sustancia fundamental del organismo y del universo, impregna y penetra la totalidad del cosmos. La digestión, por ejemplo, extrae "Qi" de la comida y la bebida y lo transporta por todo el organismo, la respiración extrae "Qi" del aire en los pulmones. Cuando estas dos formas de Qi se reúnen en la sangre, el Qi circula como energía vital por los meridianos o canales energéticos.
Como causas externas de enfermedad en los textos de la dinastía Han se menciona el viento, el calor, el frío húmedo, alteraciones en la dieta, excesos sexuales, emociones violentas y traumatismos. Ciertas enfermedades eran causadas por espíritus malignos. En la prevención y tratamiento de las dolencias se conceden un papel decisivo a la alimentación y a la afinidad de los cinco sabores de los alimentos con las cinco vísceras. Entre las medidas higiénicas se recomienda la práctica sexual para el florecimiento de la familia, la satisfacción de la libido y como ejercicio fisiológico que contribuye a prolongar la vida. También recomiendan el ejercicio físico, así como los estados de reposo y meditación. El ejercicio rítmico, basado a veces en los movimientos de los animales, es otra forma de meditación y vivencia de nuestra integración con el mundo que nos rodea. Hay que destacar las técnicas de acupuntura y la meticulosidad en la práctica de los masajes.
El saber anatomo–fisiológico de la China antigua, a la par del cosmológico, se vio presidido por el número cinco: a los cinco elementos básicos (tierra, aire, agua, madera y metal) se le corresponden cinco órganos principales (corazón, pulmón, riñón, hígado y bazo), cinco órganos secundarios (intestino delgado, intestino grueso, uréter, vesícula biliar y estómago) que se corresponden con los planetas, estaciones, etc. El desequilibrio entre el Yin y el Yang, lleva el desorden de los cinco elementos y a la enfermedad.
La causa última de la enfermedad es el desorden mencionado de la dinámica Yin –Yang; el origen puede estar en los cambios excesivos del clima, la dieta, las relaciones afectivas, la mojadura, el enfriamiento, los venenos... y también en los espíritus malignos. Para el diagnóstico empleaban los cinco sentidos, pero tiene especial importancia el pulso.
Como métodos terapéuticos a destacar la acupuntura y la moxibustión.
LA ACUPUNTURA Y LA MOXIBUSTIÓN:La acupuntura y la moxibustión son modalidades de la medicina tradicional de China que no sólo están ampliamente extendidas en este país, sino también en el Asia Sudoriental, Europa y América. Las teorías relativas a la acupuntura y la moxibustión sostienen que el cuerpo humano es un pequeño universo unido por canales que, mediante una estimulación física del acupuntor, pueden estimular las funciones de autorregulación del organismo y sanar a los pacientes. Esta estimulación se efectúa quemando abrótano (moxa) o insertando agujas en determinados puntos de esos canales para restablecer el equilibrio del cuerpo y tratar y prevenir las enfermedades. 
En la acupuntura, las agujas se seleccionan en función de las condiciones del paciente y se usan para pinchar los puntos escogidos y estimularlos. La moxibustión suele comprender dos modalidades: una directa, en la que se aplican conos de abrótano sobre los puntos seleccionados; y otra indirecta, en la que se mantiene un bastoncillo de abrótano a una determinada distancia de la superficie del cuerpo para calentar la zona elegida. Los conos y bastoncillos se fabrican con hojas secas de abrótano. El aprendizaje de la acupuntura y la moxibustión se efectuaban mediante instrucción verbal y demostraciones, y se transmitían de maestros a discípulos o entre los miembros de un clan. Actualmente, las técnicas de acupuntura y moxibustión se transmiten por medio de la enseñanza formal impartida en centros universitarios.
En relación a las funciones fisiológicas se explicaban a los estudiantes a partir de un sistema humoral parecido al de los griegos del siglo VI a.C. y los puntos de vista galénicos del siglo II d.C., con la única excepción de que tenían cinco humores en vez de cuatro. (El número cinco poseía para los chinos un significado mágico y se usaba también en otras clasificaciones: cinco elementos, cinco sabores, cinco emociones y cinco tipos de dolor. 
Durante la época comprendida entre el siglo III y el X d.C, la auscultación del enfermo tomándole el pulso alcanzó una enorme notoriedad por su precisión en la detección de las enfermedades. La obra ?Tratado sobre el pulso?, escrita por Wang Shuhe, en la que reseña 24 tipos de pulso no solo alcanzó una gran repercusión en el ámbito de la medicina china sino que también llamó la atención de los estudiosos de la medicina en el extranjero. Era la época en que las diversas ramas de la medicina tradicional china habían logrado una gran evolución. ?Estudios sobre la acupuntura y moxibustión, primer y segundo tomos, así como ?Baopuzi? y ?Zhouhoufang?, son libros clásicos sobre estas dos formas de terapia de la medicina china; en cuanto a la elaboración de medicamentos, una de las obras más reputadas es ?La Teoría de Lei sobre la preparación de medicamentos?.
Por su parte, la cirugía tiene, en el ?Liujuanzikuiyifang?, su libro de oro. Luego, hay una obra esencial denominada ?Teoría sobre el origen de las enfermedades?. La pediatría cuenta con un importante libro: ?Tratado sobre el Cerebro?, lo mismo que la farmacopea tiene el suyo, ?Nuevo Diccionario de Plantas Medicinales?, que es, además, el primer recetario del mundo.
Por otro lado, una de las obras más importantes de la oftalmología es el ?Yinhaijinwei?. También se pueden mencionar, por su importancia, otros libros, como ?Compilación de Recetas de Oro?, de Su Simiao, renombrado médico de la dinastía Tang y ?Recetas Secretas de Waitai ? de Wang Dao.
Estos documentos históricos se trasmitieron al extranjero, su práctica llegó a Corea en el siglo VI d.C, y fue al Japón en el mismo período por mano del Monje ?Zhi Cong?, quien llevó consigo el libro denominado ?Mingtangtu? (Manual ilustrado de los Canales Colaterales y Puntos Acupunturales).
En el siglo XI d.C, se fundó una institución para la educación médica bajo los auspicios imperiales. En este siglo aparecen las especialidades y subespecialidades médicas. 
En el siglo XI o XII d.C, aproximadamente, durante el régimen imperial de la dinastía Song, se edita el libro ?Figurilla de Bronce con puntos acupunturales, escrito por Wang Weiyi?, que dio inicio una interesante reforma en la enseñanza de la acupuntura, que se complementó con lo que hizo algo más tarde, cuando diseñó y fabricó dos grandes figurillas de bronce donde se señalaban los puntos de la acupuntura distribuidos en todo el cuerpo. El objetivo de esto no era otro que el de servir de maqueta para que los alumnos pudieran practicar. Fue una innovación que produjo una notable influencia en el desarrollo ulterior de la acupuntura. Posteriormente, a finales del siglo XVII, los métodos de acupuntura llegaron a Europa y Francia es el primer país donde comienzan intercambios médicos y de estudios y aplicación científica con el nombre de acupuntura. Incluso durante el siglo XIX, en las escuelas médicas hospitalarias la anatomía se enseñaba con diagramas y modelos artificiales más que mediante disecciones.
Durante la segunda mitad del siglo XX , se introdujo la medicina tradicional china en forma definitiva a través de la acupuntura en los países occidentales con gran aceptación por parte de los médicos y la población de estos países que ha encontrado una medicina preventiva, mediante la cual se obtienen resultados eficaces, sin efectos tóxicos, reacciones secundarias y de bajo costo económico en beneficio de la salud de la población.
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LA MEDICINA EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA
De nuevo 3000 años antes de nuestra era, en la isla de Creta surge una civilización que supera el Neolítico, empleando los metales, construyendo palacios y desarrollando una cultura que culminará con el desarrollo de las civilizaciones minoica y micénica.
Estas dos culturas son la base de la Grecia Clásica, de influencia capital en el desarrollo de la ciencia moderna en general y de la medicina en particular.
El desarrollo de los conceptos de la physis (naturaleza) y del logos (razonamiento, ciencia) suponen el punto de partida de una concepción de la enfermedad como una alteración de mecanismos naturales, susceptible, por tanto, de ser investigada, diagnosticada y tratada, a diferencia del modelo mágico-teológico determinista predominante hasta ese momento.
Surge el germen del método científico, a través de la autopsia (‘visión por uno mismo’) y de la hermenéutica (interpretación).
El término clásico acuñado por los griegos para definir la medicina, tekhne iatriké (la técnica o el arte de curar), o los empleados para nombrar al «médico de las enfermedades» (ietèr kakôn) y al cirujano (kheirourgein, ‘trabajador de las manos’) sintetizan ese concepto de la medicina como ciencia.
El ser humano comienza a dominar la naturaleza y se permite (incluso a través de sus propios mitos) retar a los dioses (Anquises, Peleo, Licaón u Odiseo).
En el siglo VI a. C. Alcmeón de Crotona, filósofo pitagórico dedicado a la medicina, desarrolló una teoría de la salud que comenzaba a dejar atrás los rituales sanadores pretécnicos que hasta ese momento cimentaban la medicina griega: la plegaria (eukhé) a los dioses de la salud (Asclepio, Artemisa, Apolo, Palas Atenea, Hygea,...), las danzas o ritos sanadores (Dionisos) y el conocimiento empírico de remedios básicos.
En Crotona, Cos o Cnido comenzaron a florecer escuelas médicas seguidoras del concepto de Alcmeón, basado en la ciencia natural, o fisiología.

Pero la figura médica por excelencia de la cultura griega clásica es Hipócrates. De este médico se conoce, gracias a la biografía escrita por Sorano de Éfeso unos 500 años después de su muerte, que nació en Cos en torno al año 460 a. C. y su vida coincide con la edad de oro de la civilización helena y su novedosa cosmovisión de la razón frente al mito. Galeno y posteriormente la escuela alejandrina lo consideraron «el médico perfecto», por lo que ha sido aclamado clásicamente como el Padre de la Medicina Moderna.
En realidad la obra atribuida a Hipócrates es una compilación de unos cincuenta tratados (Corpus Hippocraticum), elaborados a lo largo de varios siglos (la mayor parte entre los siglos V y IV a. C.), por lo que es más adecuado hablar de una «escuela hipocrática», fundada sobre los principios del denominado juramento hipocrático. Los campos médicos abarcados por Hipócrates en sus tratados incluyen la anatomía, la medicina interna, la higiene, la ética médica o la dietética.
En su teoría de los cuatro humores, Hipócrates despliega un concepto, próximo a la medicina oriental, de salud como equilibrio entre los cuatro humores del cuerpo, y de enfermedad (nosas) como alteración (exceso o defecto) de alguno de ellos. Sobre esta base teórica desarrolla entonces un cuerpo teórico de fisiopatología (cómo se enferma) y terapéutica (cómo se cura) basado en el ambiente, el aire, o la alimentación (la dietética).
Los siguientes dos siglos (IV y III) supusieron el despegue de los movimientos filosóficos griegos. Aristóteles aprendió medicina de su padre, pero no consta un ejercicio asiduo de esta disciplina. En cambio, su escuela peripatética fue la cuna de varios médicos importantes de la época: Diocles de Caristo, Praxágoras de Cos o Teofrasto de Ereso, entre otros.
En torno al año 300 a. C. Alejandro Magno funda Alejandría, la ciudad que en poco tiempo se convertiría en el referente cultural del Mediterráneo y Oriente Próximo. La escuela alejandrina compiló y desarrolló todos los conocimientos sobre medicina (como de muchas otras disciplinas) conocidos de la época, contribuyendo a formar algunos destacados médicos. Algunas fuentes apuntan la posibilidad de que los Ptolomeos pusieran a su disposición reos condenados a muerte para practicar vivisecciones.
Uno de los médicos más notables de la escuela alejandrina fue Erasístrato de Ceos, descubridor del colédoco (conducto de desembocadura de la bilis en el intestino delgado), y del sistema de circulación portal (un sistema venoso que atraviesa el hígado con sangre procedente del tracto digestivo).
Herófilo de Calcedonia fue otro de los grandes médicos de esta escuela: describió con acierto las estructuras denominadas meninges, los plexos coroideos y el cuarto ventrículo cerebral.
Paralelamente se desarrolla la escuela empirista, cuyo principal exponente médico fue Glauco de Tarentio (siglo I a. C.).
Podría considerarse a Glauco el precursor de la medicina basada en la evidencia, ya que para él sólo existía una base fiable: los resultados fundados en la experiencia propia, en la de otros médicos o en la analogía lógica, cuando no existían datos previos para comparar.

LA ANTIGUA ROMA
La medicina en la Antigua Roma fue una prolongación del saber médico griego.
La civilización etrusca, antes de importar los conocimientos de la cultura griega, apenas había desarrollado un corpus médico de interés, si se exceptúa una destacable habilidad en el campo de la odontología.32
Pero la importancia creciente de la metrópoli durante las primeras épocas de expansión va atrayendo a importantes figuras médicas griegas y alejandrinas que acaban por conformar en Roma el principal centro de saber médico, clínico y docente, del área mediterránea.
Las figuras médicas más importantes de la Antigua Roma fueron Asclepíades de Bitinia (124 o 129 a. C. – 40 a. C.), Celso y Galeno. El primero, abiertamente opuesto a la teoría hipocrática de los humores, desarrolló una nueva escuela de pensamiento médico, la Escuela metódica, basada en los trabajos de Demócrito, y que explica la enfermedad a través de la influencia de los átomos que atraviesan los poros del cuerpo, en un anticipo de la teoría microbiana.
Algunos médicos adscritos a esta escuela fueron Temisón de Laodicea, Tésalo de Trales o Sorano de Éfeso, el redactor de la primera biografía conocida de Hipócrates.
Entre los años 25 a. C. y 50 de nuestra era vivió otra figura médica de importancia: Aulo Cornelio Celso. En realidad no hay constancia de que ejerciera la medicina, pero se conserva un tratado de medicina (De re medica libri octo) incluido en una obra mayor, de carácter enciclopédico, llamada De artibus (Sobre las artes). En este tratado de medicina se incluye la definición clínica de la inflamación que ha perdurado hasta nuestros días: «Calor, dolor, tumor y rubor» (a veces también expresada como: «Tumor, rubor, ardor, dolor»).
Con el comienzo de la era cristiana se desarrolló otra escuela médica en Roma: la Escuela Pneumática. Si los hipocráticos se referían a los humores líquidos como la causa de la enfermedad y los atomistas acentuaban la influencia de las partículas sólidas denominadas átomos, los pneumáticos verían en el pneuma (gas) que penetra en el organismo a través de los pulmones, la causa de los trastornos patológicos padecidos por el ser humano. Fueron seguidores de esta corriente de pensamiento Ateneo de Atalia o Areteo de Capadocia.
 En Roma la casta médica se organizaba ya (de un modo que recuerda a la actual división por especialidades) en médicos generales (medici), cirujanos (medici vulnerum, chirurgi), oculistas (medici ab oculis), dentistas y los especialistas en enfermedades del oído. No existía una regulación oficial para ser considerado médico, pero a partir de los privilegios concedidos a los médicos por Julio César se estableció un cupo máximo por ciudad.34 Por otra parte, las legiones romanas disponían de un cirujano de campaña y un equipo capaz de instalar un hospital (valetudinaria) en pleno campo de batalla para atender a los heridos durante el combate.
Uno de estos médicos legionarios, alistado en los ejércitos de Nerón, fue Pedanio Dioscórides de Anazarba (Cilicia), el autor del manual farmacológico más empleado y conocido hasta el siglo XV. Sus viajes con el ejército romano le permitieron recopilar un gran muestrario de hierbas (unas seiscientas) y sustancias medicinales para redactar su magna obra: De materia medica (Hylikà, conocido popularmente como «el Dioscórides»).
Pero la figura médica romana por excelencia fue Claudio Galeno, cuya influencia (y errores anatómicos y fisiológicos) perduraron hasta el siglo XVI (el primero en corregirlo fue Vesalio). Galeno de Pérgamo nació en el año 130 de nuestra era, bajo influencia griega y al amparo de uno de los mayores templos dedicados a Esculapio (Asclepios). Estudió medicina con dos seguidores de Hipócrates: Estraconio y Sátiro, y aún después visitó las escuelas de medicina de Esmirna, Corinto y Alejandría. Finalmente viajó a Roma donde su fama como médico de gladiadores le llevó a ser elegido médico del emperador (Marco Aurelio). Sin embargo, en Roma las autopsias estaban prohibidas, por lo que sus conocimientos de anatomía se fundaban en disecciones de animales lo que le llevó a cometer algunos errores. Pero también realizó aportaciones notables: corrigió el error de Erasístrato, quien creía que las arterias llevaban aire, y es considerado uno de los primeros experimentalistas de la medicina:
Corto y hábil es el sendero de la especulación, pero no conduce a ninguna parte; largo y penoso es el camino del experimento, pero nos lleva a conocer la verdad.
Fue el principal exponente de la escuela hipocrática, pero su obra es una síntesis de todo el saber médico de la época. Sus tratados se copiaron, tradujeron y estudiaron durante los siguientes trece siglos, por lo que es considerado uno de los médicos más importantes e influyentes en la medicina occidental.
Areteo de Capadocia no obtuvo la fama y el reconocimiento público de Galeno, pero el escaso material escrito que se ha conservado de él demuestra un gran conocimiento y un aún mayor sentido común. No se conocen muchos datos de este modesto médico romano, salvo su procedencia de la actual provincia turca de Capadocia y que vivió durante el primer siglo después de Cristo. Debió formarse en Alejandría (donde se permitían las autopsias) ya que sus conocimientos de anatomía visceral son muy completos. Es el primer médico en describir el cuadro clínico del tétanos, y a él se deben los nombres actuales de la epilepsia o la diabetes.
Hay que destacar una aportación capital de la medicina pública romana: Entre los principales arquitectos romanos (Columella, Marco Vitruvio o Marco Vipsanio Agripa) existía la convicción de que la malaria se propagaba a través de insectos o aguas pantanosas. Bajo este principio acometieron obras públicas como acueductos, alcantarillas y baños públicos encaminadas a asegurar un suministro de agua potable de calidad y un adecuado sistema de evacuación de excretas. La medicina moderna les dará la razón casi veinte siglos después, cuando se demuestre que el suministro de agua potable y el sistema de eliminación de aguas residuales son dos de los principales indicadores del nivel de salud de una población.
Según Henry Chadwick, emeritus regius professor en la Universidad de Cambridge e historiador del cristianismo primitivo, la práctica de la caridad expresada de forma eminente a través del cuidado de los enfermos fue probablemente una de las causas más poderosas de la expansión del cristianismo. Ya en el año 251, la Iglesia de Roma apoyaba a más de 1 500 personas en situación de necesidad. A pesar de la existencia de los protohospitales de campaña romanos, el Imperio careció de conciencia hospitalaria social hasta la fundación de los primeros grandes hospitales cristianos. En Oriente se fundó el hospital Basiliade cerca de Capadocia (inspirado por Basilio de Cesarea),38 y otro hospital en Edesa por parte de Efrén el Sirio, con trescientas camas para apestados.
Instrumentos de medicina en la época romana

En Occidente, el nosocomium fundado por Fabiola de Roma constituye el primer antecedente documentado de la «medicina social» e hizo de ella una de las mujeres más famosas en la historia de la medicina organizada.
En ese hospital, los pobres eran atendidos gratuitamente. Las excavaciones arqueológicas revelaron el plano y el arreglo de ese edificio único en su tipo en el cual las habitaciones y los pasillos para los enfermos y los pobres se agrupaban ordenadamente en torno al cuerpo edilicio principal, organizado en repartos, según las diferentes clases de enfermos. Según el historiador Camille Jullian, la fundación de este hospital constituye uno de los acontecimientos soberanos de la historia de la civilización occidental.
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LA MEDICINA EN LA EDAD MEDIA
La edad media estuvo marcada por tres vertientes médicas: el imperio Bizantino, el mundo islámico y el mundo europeo occidental. En algunos artículos se expresa que en ciertos aspectos hubo una detención del progreso científico y algunos autores de habla inglesa se refieren a este periodo como “Edades oscuras”, en este periodo la atención de los niños estuvo mencionada en los textos de la época pero no se conocen libros referidos a este tema.
A medida que las sociedades se desarrollaban en Europa y Asia, los sistemas de creencias iban siendo desplazados por un sistema natural diferente.
Todas las ideas desarrolladas desde la antigua Grecia hasta el Renacimiento, pasando por las de Galeno, se basaron en el mantenimiento de la salud a través del control de la dieta y de la higiene.
Los conocimientos anatómicos estaban limitados y había pocos tratamientos curativos o quirúrgicos.
Los médicos fundamentaban su trabajo en una buena relación con los pacientes, combatiendo las pequeñas dolencias y calmando las crónicas, y poco podían hacer contra las enfermedades epidémicas que acabaron expandiéndose por medio mundo.
La medicina medieval fue una mezcla dinámica de ciencia y misticismo. En la temprana Edad Media, justo tras la caída del Imperio Romano, el conocimiento médico se basaba básicamente en los textos griegos y romanos supervivientes que quedaron preservados en monasterios y otros lugares.
Las ideas sobre el origen y sobre la cura de las enfermedades no eran puramente seculares, sino que también tenían una importante base espiritual. Factores tales como el destino, el pecado, y las influencias astrales tenían tanto peso como los factores más físicos. Esto se explica porque desde los últimos años del imperio romano, la iglesia católica va adquiriendo un papel cada vez más protagonista en la cultura y la sociedad europeas. Su estructura jerárquica ejecuta un papel de funcionariado global, capaz de ejercer como depositario y administrador de la cultura y de amparar y adoctrinar a una población a la que ya no llegan las leyes del imperio.
Simultáneamente, el movimiento monacal, procedente de Oriente, comenzó en el siglo V a extenderse por Europa.
En los monasterios se acogía a peregrinos, enfermos y desahuciados, comenzando a formarse el germen de los hospicios u hospitales, aunque la medicina practicada por monjes y sacerdotes carecía, en general, de base racional, siendo más de índole caritativa que técnica.
En el Concilio de Clermont, en 1130, llegó a prohibirse a todo clérigo el estudio de cualquier forma de medicina, y en 1215 Inocencio III publica la encíclica Ecclesia abhorret a sanguine ("La Iglesia aborrece la sangre"): En ella, la Iglesia católica se reafirma en su firme oposición a todo derramamiento de sangre, incluido el derivado de la actividad quirúrgica.
Cuando los primeros cruzados capturaron Jerusalén en 1099, encontraron un hospital cristiano que había sido fundado 30 años antes por el hermano Gerardo para auxiliar a los peregrinos que iban a Tierra Santa; estaba atendido por un grupo pequeño de monjes que se llamaban a sí mismos "Los Hermanos Pobres del Hospital de San Juan". Los cruzados les entregaron algunos edificios y el hermano Gerardo reorganizó a su grupo de monjes corno una orden religiosa regular con el nombre de Caballeros de San Juan. Cuando Jerusalén cayó en manos de Saladino, los Caballeros se retiraron a Tiro y después llegaron a Accra, de donde volvieron a salir expulsados por los ejércitos musulmanes y se establecieron primero en Chipre y después en Rodas. Para entonces la secta ya había crecido y sólo en Italia tenían siete hospitales; en Rodas la Orden de San Juan se transformó en un Estado soberano con sus propias leyes, un ejército y un cuerpo diplomático, y construyó un inmenso hospital cuyas ruinas todavía sorprenden por su tamaño. En 1522 Solimán El Magnífico capturó la isla y expulsó a los Caballeros de San Juan, quienes después de siete años de peregrinar por el Mediterráneo llegaron a Malta, que el emperador Carlos V les había obsequiado. Ahí construyeron otro gran hospital y a partir de entonces se les conoce como Caballeros de Malta, aunque en 1798 Napoleón conquistó la isla, los expulsó y desde entonces tienen su cuartel principal en Roma.
Aunque en el año 820 los benedictinos habían fundado un hospital en Salerno y los monjes practicaban ahí la medicina, los médicos laicos poco a poco se fueron librando del control clerical y en el año 1000 la enseñanza de la medicina era completamente secular; en el siglo XII la escuela desarrolló un currículum regular, adquirió privilegios reales y donativos, y su fama se extendió por toda Europa. En 1224 Federico II ordenó que para ejercer la medicina en las Dos Sicilias era necesario pasar un examen dado por los profesores de Salerno.
Se han conservado algunos de los textos que leían los estudiantes de medicina de Salerno y que tuvieron gran influencia en otras escuelas de Europa. Uno de los más antiguos es el conocidocomo Antidotarium, una colección de recetas de uso común revisada por los profesores y publicada para estudiantes y médicos en general, que tuvo muchas ediciones. Con la conquista normanda en 1046 llegó a Salerno Constantino el Africano (1020-1087), quien iniciaría el flujo de la medicina islámica en Europa por medio de sus traducciones de los textos árabes al latín. Constantino no permaneció mucho tiempo en Salerno sino que se hizo monje benedictino y se retiró al convento de Monte Casino, en donde pasó el resto de su vida. Su libro llamado Pantegni (El arte total) es realmente una traducción del volumen de Haly Abbas Al Maleki (El libro real), aunque Constantino no lo señala.
Salerno tuvo una gran influencia en la enseñanza y la práctica de la medicina de Occidente durante los siglos X al XIII pero después su importancia empezó a declinar. Algunos factores que contribuyeron a ello fueron la emergencia de otras grandes escuelas de medicina en Bolonia y Montpellier, así como la fundación en 1224 de la Universidad de Nápoles; Salerno todavía conservó cierta actividad literaria, pero como escuela de medicina en los siguientes siglos se transformó en una "fábrica de títulos", de modo que cuando Napoleón la cerró en 1811 ya era insignificante.
En la Universidad de Bolonia existían profesores de medicina desde 1156, y es ahí donde se reiniciaron las disecciones anatómicas humanas a principios del siglo XIV, que se habían suspendido desde los tiempos de Alejandría; sin embargo, en la Universidad de Bolonia no existía ningún interés en la ciencia o en el arte naturalista y toda la enseñanza, incluyendo a la medicina, era escolástica. Las disecciones se hacían por razones médico legales, no para aprender anatomía sino para buscar datos que pudieran resolver juicios; cuando finalmente las disecciones se hicieron en relación con la anatomía, fue para que confirmaran a Galeno y a Avicena. En Bolonia fue profesor de cirugía Guillermo de Saliceto (1210-1280), quien escribió un texto de cirugía en el que rechaza el uso del cauterio (que era favorecido por los árabes) y prefiere el bisturí; en este libro también se combate la idea antigua y muy generalizada de que la supuración es benéfica para la cicatrización de heridas. Tadeo de Florencia (1223-1303) también fue profesor de medicina en Bolonia y a él se deben algunas de las versiones en latín de los libros clásicos en griego, sin pasar por sus versiones en árabe, que los habían corrompido; en cambio, también patrocinó la medicina escolástica y argumentativa, que tanto contribuyó a retrasar el avance científico en los siglos XIII a XVI. A esta misma época pertenece un discípulo de Tadeo, el anatomista Mondino de Luzzi (1275-1326), quien realizó disecciones de cadáveres humanos en público y cuyo libro de anatomía, publicado en 1316, es la primera obra moderna de la materia; en diferencia con los demás profesores de anatomía de su tiempo, que presidían las disecciones desde su alta cátedra leyendo a Galeno (práctica que criticó Vesalio), Mondino era su propio prosector. Quizá el cirujano medieval más famoso fue Guy de Chauliac (1298-1368), quien estudió en Bolonia, París y Montpellier y ejerció en esta ciudad hasta que pasó a Aviñón, en donde fue médico de la corte papal. Fue autor de la Chirurgia magna, que se convirtió en el texto definitivo de su tiempo; estuvo a punto de morir de la peste pero se recuperó y describió su propio caso. Guy cita a más de 100 autoridades médicas, revelando su amplia cultura, pero es un galenista consumado; su autor quirúrgico favorito es Albucasis, pero también incluye numerosas observaciones personales. De todos modos, también es astrólogo y atribuye las enfermedades a la conjunción de Saturno, Júpiter y Marte.
Hasta fines del siglo XV los conocimientos teóricos en medicina no habían avanzado mucho más que en la época de Galeno. La teoría humoral de la enfermedad reinaba suprema, con agregados religiosos y participación prominente de la astrología. La anatomía estaba empezando a estudiarse no sólo en los textos de Galeno y Avicena sino también en el cadáver, aunque en esos tiempos muy pocos médicos habían visto más de una disección en su vida (la autorización oficial para usar disecciones en enseñanza de la anatomía la hizo el papa Sixto IV (1471-1484) y la confirmó Clemente VII (1513-1524)). La fisiología del corazón y del aparato digestivo eran todavía galénicas, y la de la reproducción había olvidado las enseñanzas de Sorano. El diagnóstico se basaba sobre todo en la inspección de la orina, que según con los numerosos tratados y sistemas de uroscopia en existencia se interpretaba según las capas de sedimento que se distinguían en el recipiente, ya que cada una correspondía a una zona específica del cuerpo; también la inspección de la sangre y la del esputo eran importantes para reconocer la enfermedad. La toma del pulso había caído en desuso, o por lo menos ya no se practicaba con la acuciosidad con que lo recomendaba Galeno. El tratamiento se basaba en el principio de contraria contrariis y se reducía a cuatro medidas generales: 
1) Sangría, realizada casi siempre por flebotomía, con la idea de eliminar el humor excesivo responsable de la discrasia o desequilibrio (plétora) o bien para derivarlo de un órgano a otro, según se practicara del mismo lado anatómico donde se localizaba la enfermedad o del lado opuesto, respectivamente. Las indicaciones de la flebotomía eran muy complicadas, pues incluían no solo el sitio y la técnica sino también condiciones astrológicas favorables (mes, día y hora), número de sangrados y cantidad de sangre obtenida en cada operación, que a su vez dependían del temperamento y la edad del paciente, la estación del año, la localización geográfica, etc. Había muchas opiniones distintas y todas se discutían acaloradamente, usando innumerable citas de Galeno, Rhazes, Avicena y otros autores clásicos. También se usaban sanguijuelas, aunque con menor frecuencia que en el siglo XVIII; los revulsivos los mencionan los salernitanos y se practicaron durante toda la Edad Media y hasta el siglo XVIII, en forma de pequeñas incisiones cutáneas en las que se introduce un cuerpo extraño (hilo, tejido, frijol, chícharo) para evitar que cicatricen. 
2) Dieta, para evitar que a partir de los alimentos se siguiera produciendo el humor responsable de la discrasia. Desde los tiempos hipocráticos la dieta era uno de los medios terapéuticos principales, basada en dos principios: restricción alimentaria, frecuentemente absoluta, aun en casos en los que conducía rápidamente a desnutrición y a caquexia, y direcciones precisas y voluminosas para la preparación de los alimentos y bebidas permitidos, que al final eran tisanas, caldos, huevos y leche.
3) Purga, para facilitar la eliminación del exceso del humor causante de la enfermedad. Esta medida terapéutica era herencia de una idea egipcia muy antigua, la del whdw, un principio patológico que se generaría en el intestino y de ahí pasaría al resto del organismo, produciendo malestar y padecimientos. Quizá ésta sea la medida terapéutica médica y popular más antigua de todas: identificada como eficiente desde el siglo XI a.C. en Egipto, todavía tenía vigencia a mediados del siglo XX. A veces los purgantes eran sustituidos por enemas.
4) Drogas de muy distintos tipos, obtenidas la mayoría de diversas plantas, a las que se les atribuían distintas propiedades, muchas veces en forma correcta: digestivas, laxantes, diuréticas, diaforéticas, analgésicas, etc. La polifarmacia era la regla y con frecuencia las recetas contenían más de 20 componentes distintos. La preparación favorita era la teriaca, que se decía había sido inventada por Andrómaco, el médico de Nerón, basado en un antídoto para los venenos desarrollado por Mitrídates, rey de Ponto, quien temía que lo envenenaran; la teriaca de Andrómaco tenía 64 sustancias distintas, incluyendo fragmentos de carne de víboras venenosas, y su preparación era tan complicada que en Venecia en el siglo XV se debía hacer en presencia de los priores y consejeros de los médicos y los farmacéuticos. Entre sus componentes la teriaca tenía opio, lo que quizá explica su popularidad; la preparación tardaba meses en madurar y se usaba en forma líquida y como ungüento. Otras sustancias que también se recomendaban por sus poderes mágicos eran cuernos de unicornio, sangre de dragón, esperma de rana, bilis de serpientes, polvo de momia humana, heces de distintos animales, etcétera. 
Los médicos no practicaban la cirugía, que estaba en manos de los cirujanos y de los barberos. Los cirujanos no asistían a las universidades, no hablaban latín y eran considerados gente poco educada y de clase inferior. Muchos eran itinerantes, que iban de una ciudad a otra operando hernias, cálculos vesicales o cataratas, lo que requería experiencia y habilidad quirúrgica, o bien curando heridas superficiales, abriendo abscesos y tratando fracturas. Sus principales competidores eran los barberos, que además de cortar el cabello vendían ungüentos, sacaban dientes, aplicaban ventosas, ponían enemas y hacían flebotomías. Los barberos aprendieron estas cosas en los monasterios, adonde acudían para la tonsura de los frailes; como éstos, por la ley eclesiástica, debían sangrarse periódicamente, aprovechaban la presencia de los barberos para matar dos pájaros de un tiro. Los barberos de los monasterios se conocían como rasor et minutor, lo que significa barbero y sangrador. Los cirujanos de París formaron la Hermandad de San Cosme en 1365 con dos objetivos: promover su ingreso a la Facultad de Medicina de París e impedir que los barberos practicaran la cirugía. 
Otro dato  importante  relacionado  con  la  praxis  es  que,  a  juicio  del  médico  medieval,  no  todas  las  enfermedades  eran  consideradas  tratables.  Para  éste,  igual  que  para  el  facultativo  griego,  existían  dolencias  que  eran  la  consecuencia  inexorable  de  una  necesidad  absoluta  de  la  naturaleza  humana.  Y,  ante  el  fatum de  ésta,  nada  podía  hacer  el ars medica.   Para   los   casos   susceptibles   de   ser tratados,   la   acción   terapéutica se  desplegaba  en  varios  campos.  El  primero,  la  dietética,  que  contaba  con  tratados  destinados  a  propiciar  la  salud  y  erradicar  la  enfermedad,  mediante  prescripciones  sobre  la  dieta.  El Regimen sanitatis  salernitanum y  el  escrito De  conservanda inventute et retardanda senectute, de Arnau de Vilanova, fueron algunos de los más  leídos.   El   segundo   campo   de   acción   de   la   terapéutica   del   medievo   fue   la farmacoterápica.  Ésta  no  añadió  demasiado  a  la  herencia  que  recibió  de  la  medicina  grecoárabe. Entre   los   textos   fundamentales   hallamos   uno   anónimo,   el  Macer Floridus, sobre  las  virtudes  de  las  hierbas,  y  otro  de  un  tal  maestro  Nicolás  de  Salerno,  el  Antidotarium, que  es  un  repertorio  de  139  recetas,  electuarios,  jarabes, pociones,  píldoras,  trociscos,  con  indicación  de  su  contenido  y  noticias  sobre  su  empleo clínico. Este último tiene un valor fundamental, por cuanto fue la base de casi todas  las  farmacopeas  del  período.  El  tercer  campo  de  la  terapéutica  medieval,  lo  encontramos  en  la  quirúrgica,  que  tuvo  dos  fuentes  principales:  Una  griega,  en  Guy  de Chauliac, y otra árabe, en Abulqasim. A modo orientativo, exponemos algunas de las  técnicas  quirúrgicas  que  se  practicaban.  La  anestesia,  por  ejemplo,  se  hacía mediante  una  “esponja  soporífera”,  previamente  impregnada  de  una  mezcla  líquida  de opio, beleño, mandrágora, jugo de moras, euforbio, hiedra y semillas de lechuga. 
En el tratamiento de las heridas, existían los partidarios de la provocación del pus y 
los  que  abogaban  por  una  cura  no  purulenta:  limpieza  con  vino  caliente,  sutura  y  vendaje.   En   cuanto   a   las   fracturas   eran   tratadas   con   férulas   artificiosamente complicadas. El último campo de acción de la terapéutica medieval lo hallamos en la sangría,  que  planteaba  el  discutido  problema  de  la  elección  de  la vena.
 Así,  paralelamente  al  saber  científico-técnico  y a  su  puesta  en  práctica,  existieron  toda  una  gama  de  saberes  populares,  transmitidos  de  generación  en  generación,  y  de  prácticas  alternativas.  La  medicina,  la  magia  y  el  milagro 
compitieron  como  métodos  de  sanación.  Tratando  de  delimitarlos,  
podemos  decir  que  los  que  eran  partidarios  de  la  medicina,  como  instrumento  de  curación,  pensaban  que  el  origen  de  las  enfermedades  se  hallaba  en  los  trastornos  funcionales del cuerpo. Teniendo en cuenta las funciones y desequilibrios humorales de   éste,   a   través   de una   minuciosa   observación,   el   médico   diagnosticaba   la   enfermedad.  Explicaba  las  carencias  y desequilibrios  del  organismo  a  través  del  estudio  del  entorno,  esto  es,  el  clima,  la  fauna,  la  flora,  y  de  las  prácticas  del  individuo, como el comportamiento sexual, la higiene, la alimentación, etc. Una vez delimitada  las  causas  de  la  dolencia,  el  especialista  aportaba  los  remedios  para  superarla.

En cuanto a los que acudían a la magia, como técnica de sanación, creían que las enfermedades  se  generaban,  entre  otras  causas,  por  la  transgresión  de  un  tabú,  las  ofensas  a  la  divinidad,  la  pérdida  del  alma,  la  posesión  de  un  espíritu  diabólico,  la  intrusión  de  un  cuerpo  extraño  o  la  maldición  mágica.  Para  lograr  la  curación,  el  enfermo  debía  descubrir  la  causa  exacta  de  su  padecimiento.  Con  este  fin,  acudía  a  una persona, con cualidades especiales, que dialogaba con los espíritus hasta alcanzar la  certeza  acerca  de  la  causa  del  mal.  Dependiendo  del  caso,  la  persona  sanaba  mediante  conjuros,  hechizos,  amuletos  o  ritualesde  purificación  en  los  que  se  combinaban  el  poder  de  la  palabra  y  numerosos  elementos,  sobre  todo,  del  mundo  natural  y  animal.  Una  tradición  grecorromana  vinculada  con  la  magia,  que  aparece  
recogida en la Historia natural de Plinio, es la del poder medicinal de ciertos tipos de nudos El  autor  apunta  que  se  creía  que  sujetar  las  heridas  con  el  nudo  de  Hércules hacía  que  las  curaciones  se  produjeran  con  maravillosa  rapidez.  
Como  ésta,  encontramos  numerosas  técnicas  que  pervivían  en  el  período  medieval, aunque  ya  Plinio presentaba una postura ambigua respecto a la eficacia de este tipo de fórmulas. Como  ésta,  encontramos  numerosas  técnicas  que  pervivían  en  el  período  medieval, aunque  ya Plinio presentaba una postura ambigua respecto a la eficacia de este tipo de fórmulas. 
Un  papel  esencial,  en  las  prácticas  mágicas  de  este  período,  fue  el  ocupado  por  la  lapidaria. Los lapidarios medievales, depositarios de las viejas tradiciones del antiguo Egipto  o  de  las  civilizaciones  asirio-babilónica,  exaltaban  todas  las  virtudes  de  las  gemas o piedras preciosas. A menudo, se basaban en un proceso de analogía. Así, por ejemplo,  se  creía  que  la  amatista,  de  color  vinoso,  era  buena  para  combatir  la  embriaguez; las piedras rojas, como el coral, para fortificar la sangre en las anemias y para combatir las hemorragias; las piedras blancas o lechosas, como el coral blanco, para  aumentar  la  producción  de  la  leche  en  las  nodrizas;  etc.  Estas  virtudes  se  ligaban a los signos del Zodíaco y así se complementaba el procedimiento. También relacionados con la Astrología, como indica Juan Riera, hallamos los llamados sellos, consistentes en una imagen astrológica de los signos del Zodiaco, grabados sobre una lámina de metal. Éstos, colocados en las regiones enfermas, se creía que propiciaban beneficiosos  efectos  a  sus  portadores.  Los  lumbagos y  los cólicos  nefríticos eran algunas  de  las  dolencias  que  se  trataban  con  recursos  de  este  tipo.  Y  no  pensemos  que  la  adjudicación  de  un  determinado  órgano  o  dolencia  a  un  signo  del  
Zodiaco o planeta era de carácter aleatorio. Según apunta Aurelio Pérez, existía toda una disciplina, conocida con el nombre de melotesia. Dicha doctrina se apoyaba en la idea de la simpatía universal, justificada por la presencia en todos los cuerpos de los  cuatro  elementos,  fuego,  tierra,  aire  y  agua,  y  la  teoría  del  hombre  como  microcosmos, reproducción a pequeña escala del orden del Universo.
Por  último,  los  que  creían  en  el  milagro  o  en  un  tratamiento  mágico-religioso, como  método  de  sanación,  consideraban  que  el  origen  de  las  enfermedades  se  encontraba  en  el  pecado,  de  modo  que  era preciso  purificar  el  alma.  Ninguna  instancia humana podía resolver los problemas, aliviar el dolor o curar las dolencias. 
El hombre dependía de fuerzas superiores. Esto implicaba que sólo Dios, de manera directa  o  a  través  de  algún  intermediario,  podía  restaurar  y  ordenar  la  vida  humana.  Así, se atribuía una actividad milagrosa a numerosos santos: San Valentino curaba la epilepsia;   San   Cristóbal,   las   enfermedades   de   la   garganta;   San  Eutropio,   la   Hidropesia;  San  Ovidio,  la  sordera;  San  Gervasio,  el  reumatismo;  San  Apolonio,  el  dolor  de  muelas;  etc.  A  su  vez,  existía  una  profunda  veneración  hacia  las  reliquias  de  los  mártires  cristianos.  Los  cabellos,  los  dientes,  las  prendas y todo cuanto  se  relacionaba  con  estos  seres  ejemplares  se  utilizaba  como  un  poderoso instrumento de sanación. Así, El aceite de una lámpara que había estado en la tumba de  San  Galo  curaba  los  tumores;  el  agua  en  la  que  había  estado  el  anillo  de  San  Remigio curaba la fiebre; el agua en la que se había lavado las manos San Bernardo curaba  la  parálisis,  etc.  Otra  forma  de  curación  milagrosa,  muy  difundida  en  la  época  medieval,  fue  la  de  los  toques  reales  o  imposición  de  las  manos  del  monarca.  
Según declara J. Riera, esta técnica se utilizaba para erradicar enfermedades como la escrófula.  Por  otra  parte,  como  señala  Manuel  Barquín,  se  aseguraba  que  Dios  había  dotado  a  las  plantas,  de  forma  y  color  especial,  que  estas  características  se  relacionaban con los órganos enfermos, lo cual era muy importante para la curación. Es lo que se conocía como la doctrina de las firmas. En base a ésta, se creía que la  hierba  conocida  como  bloodroot,  por  su  color  rojo,  era  buena  para  la  sangre;  la  eyebright, marcada con una mancha similar a un ojo, curaba las dolencias de la vista;  la hepática, por su hoja parecida al hígado, curaba las enfermedades de este órgano; etc. Algunos  rasgos  de  la  práctica  milagrosa  y  de  la  medicina  científica  recuerdan  las  técnicas  de  la magia.  Así,  hallamos  numerosos  ceremoniales  religiosos  que  incluían  sacrificios  de  animales  y  contemplaban  la  sangre  como  uno  de  sus  ingredientes  fundamentales,  tal  como  ocurría  en  centenares  de  rituales  mágicos.  Un  ejemplo  lo  tenemos  en  la  práctica  del  exorcismo,  en  el  que  el  religioso  intentaba  hacer  sentir  repugnancia  al  Demonio  que  atormentaba  el  cuerpo.  Para  ello,  hacía  tragar  o  aplicarse al endemoniado, entre otras inmundicias, hígados de sapo, sangre de ranas y de ratas, fibras de la soga de un ahorcado o ungüento hecho a base del cuerpo de un criminal. Ésta y otras prácticas similares eran vestigios de supersticiones, pero la lógica  teológica  le  atribuyó  una  relevancia  ortodoxa.  En  cuanto  a  la  magia  y  la  medicina, compartían la utilización de determinadas plantas medicinales. Entre otras, la belladona, llamada en la Edad Media hierba de los hechiceros. Según apuntan las fuentes, las brujas y hechiceros, entre otras curaciones por milagros, encontramos las relacionados con el mal de los ardientes  o  fuego  de  San  Antonio, una especie de erisipela gangrenosa muy extendida en la Edad Media. Según relata Marcel Sendrail, Gelin, un señor de de Dauphiné, había traído de Oriente los huesos del anacoreta de Tebaida, el gran San Antonio, que mejor que ningún otro había sufrido y vencido el fuego  de  las  tentaciones.  Para  albergarlos  hizo  construir  una  capilla  en  una  aldea  vecina  a  Vienne,  la  Motte-au-Bois.  Se  comprobó  el  poder  de  las  reliquias  sobre  el mal  de  los  ardientes.  En  consecuencia,  los  afectados por  esta  enfermedad  acudieron  al santuario desde todos los rincones del mundo. Por ello, se construyó una casa de la limosna  para  albergarlos,  que  fue  atendida  por  una  orden  nueva:  los  antoninos,  que  hacían   beber   a   los   dañados   por   el   fuego   una   poción   traumatúrgica,  el  santo encabezado,  obtenida  en  contacto  con  los  restos  del  eremita.
La  Peste Negra no  era  desconocida  para  los  europeos.  Sabían  que  en  tiempos  de Justiniano  había  causado  estragos.  Ziegler  hace  notar  que  los  europeos  sabían  de  la existencia de la Peste, no sólo por las crónicas. Eran conscientes de que la plaga azotaba al Oriente y que era de una virulencia impresionante. Pero, jamás imaginaron que algo ocurrido tan lejos les alcanzara. La epidemia que llega a Europa hacia 1347, vino desde China, donde había un foco endémico que se mantuvo hasta el siglo XX, viajando hacia  Europa a través de la ruta  de  la  seda,  se  cree  que  desde  los  lagos  IssyKakoul  y  Baljash,  pasando  por Samarcanda, las costas del mar Caspio, los ríos Volga y Don, hasta llegar a la península de Crimea.  Se sabe que entre 1338  y 1339, la Peste se hallaba en la  meseta central asiática.  Porque  se  han  encontrado  restos  de  cementerios  nestorianos  cerca  del  lago Issik-Kul, donde se detecta una anormal y elevada mortandad para esas fechas, además de tres inscripciones funerarias que dan a entender sus causas.  
La  Peste  Negra  se  convirtió  en  una  enfermedad  endémica,  con  rebrotes ocasionales y locales, prolongados por períodos de entre seis y 18 meses, reapareciendo cada pocos años, durante casi dos siglos. La epidemia de 1347 es la más conocida  y mortífera. Sin embargo, también fueron importantes los brotes de 1362-1364 en el norte y sur de Europa, y la del Mediterráneo entre 1374 y 1376. Hasta el siglo XVIII, la Peste continuó visitando las ciudades europeas, aunque 
cada vez con menor violencia, y sin la virulencia expansiva de los primeros brotes.
El impacto psicológico provocado por la Peste no sólo se produce por el horror de ver morir a más de un tercio de la población, después de sufrir tan graves síntomas. 
Otro  aspecto  que  contribuye  a  aumentar  la  desesperación  es  la  impotencia  de  los médicos  medievales,  incapaces  de  lograr  una  solución  efectiva  con  sus  precarios conocimientos. Esta situación no sólo se traduce en recetar tratamientos que no lograrán sanar a los enfermos. También se ve en sus frustrados intentos por descubrir las causas de  la  enfermedad,  lo  que  muchas  veces  les  lleva  a  caer  en  supersticiones,  muy difundidas en la época.  
Por  otro  lado,  esta  ignorancia  acerca  de  las  causas de  la  Peste,  les  llevó  a cometer muchos errores, no sólo en el tratamiento de la enfermedad, sino también en los medios para prevenir el contagio. Como no se sabía que era causado por un bacilo, ni que las ratas domésticas eran sus transmisoras, no se llevaron a cabo las medidas de sanidad correspondientes.  
La medicina medieval se vio impotente ante la Peste. Los conocimientos acerca de ella eran muy precarios y desde tiempos de Galeno e Hipócrates, no eran muchos los avances en conocimientos médicos. Por eso, los tratamientos recetados contra la Peste Negra, al igual que contra otras dolencias, se basaban en la alimentación, la purificación del aire, las sangrías y en la administración de brebajes a base de hierbas aromáticas y piedras preciosas molidas. A quienes contraían la peste bubónica, los facultativos les abrían los bubos, aplicándoles sustancias para neutralizar el ‘veneno’.
Se considera a la edad media como un periodo de recepción, compilación y asimilación de la medicina greco-árabe en el occidente europeo, lo cual, indiscutiblemente también contribuyó al desarrollo de la medicina.

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 Referencias:
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen3/ciencia3/154/html/sec_11.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Medicina_en_la_prehistoria_y_la_protohistoria
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_medicina#La_antig.C3.BCedad_cl.C3.A1sica
https://zaguan.unizar.es/record/12783/files/TAZ-TFM-2013-1041.pdf
http://www.monografias.com/trabajos63/historia-medicina/historia-medicina.shtml#ixzz4IrR9yjT4
http://zuhaizpe.com/wp/wp-content/uploads/2014/05/8.historia-de-la-medicina.pdf
Historia y Filosofía de la Técnica Acupuntural I. Disponible: http://www.tlahui.com/medic/medic19/acutec1.htm.

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