El autómata ajedrecista o ‘turco mecánico’ es un ingenio del siglo XVIII: una máquina que supuestamente jugaba al ajedrez de forma automática, como si tuviera algún tipo de inteligencia artificial. Constaba de una caja de madera que hacía las veces de mesa sobre la que se colocaba el tablero. Dentro, albergaba un mecanismo similar al de un reloj, formado por diferentes ruedas dentadas conectadas entre sí.
El artilugio había sido ingeniado y construido por Wolfgang von Kempelen en 1769. Tenía la forma de una cabina de madera de 1,20 metros de largo por 60 centímetros de profundidad y 90 de alto, con un maniquí vestido con túnica y turbante sentado sobre él. La cabina tenía puertas que, una vez abiertas, mostraban un mecanismo de relojería.
La cabina tenía puertas que una vez abiertas mostraban un mecanismo de relojería y cuando se hallaba activado era capaz de jugar una partida de ajedrez contra un jugador humano a un alto nivel. También podía realizar el problema del caballo con facilidad. Sin embargo, la cabina era una ilusión óptica bien planteada que permitía a un maestro del ajedrez esconderse en su interior y operar el maniquí, el Turco era capaz de hacer esto gracias a que los ojos del maniquí enviaban al maestro del ajedrez las posiciones de las piezas del tablero por medio de espejos. En teoría cualquiera de los dos maestros de ajedrez podría ganar, pero el maestro escondido debajo del Turco contaba con una pequeña ventaja al poder asustar a su oponente haciéndole creer que el Turco en realidad era autómata, lo cual ponía nervioso al retador, impidiéndole desempeñar sus conocimientos sobre el juego con totalidad.
Consecuentemente, El Turco ganaba la mayoría de las partidas.
Kempelen exhibió por primera vez al Turco en 1770, en la corte de la emperatriz austriaca María Teresa, emprendiendo posteriormente una gira de casi dos décadas por toda Europa.
Wolfgang von Kempelen |
La máquina ganaba a casi cualquier contrincante humano, por muy bueno que fuera. Durante más de 80 años, su operario original y otros posteriores la pasearon de un lugar a otro por Europa y Estados Unidos. Hasta Benjamin Franklin y Napoleón jugaron contra ella: el primero perdió; el segundo realizó un movimiento no permitido y el autómata tiró todas las piezas dando por terminada la partida.
El misterioso artefacto pasó de mano en mano, igual que su secreto. Por aquel entonces no existía ningún desarrollo que permitiera a un aparato decidir la siguiente jugada por su cuenta. Quien manejaba peones y alfiles era un genio del ajedrez escondido dentro de la caja de madera.
Pero Kempelen decidió que el autómata le estaba ocupando demasiado tiempo y lo relegó a un rincón del palacio de Austria, centrándose en otros autómatas. En 1789, Joseph Friedrich zu Racknitz construyó un duplicado y publicó un libro en Dresde donde especulaba sobre su funcionamiento. Tras la muerte de Kempelen (1804), el autómata pasó por muchas manos, acabando en las de Johann Maelzel, afamado ingeniero mecánico de la corte vienesa célebre más tarde por inventar el metrónomo (herramienta musical a la que Beethoven, otro habitual de aquella corte, homenajeó en el segundo movimiento de su 8ª Sinfonía allá por 1811). El secreto de su funcionamiento fue bien conservado, a pesar de que siempre hubo muchos que pensaban que se trataba de un engaño.
En 1809, el palacio vienés de Schönbrunn estaba ocupado por Napoleón Bonaparte tras su victoria sobre los ejércitos austríacos en Wagram. Entonces Maelzel ideó su pequeña revancha, retando al Emperador –genial estratega- a vencer a una simple máquina de ajedrez.
El curso de la partida ha hecho correr ríos de tinta. Se conserva el listado de movimientos Napoleon y El Turco de fichas, no muchos, hasta que El Turco se alzó con la victoria. La narración tiene variantes en pequeños matices, pero la línea básica es la siguiente: Napoleón empezó con blancas, saltándose la regla general que dejaba esa iniciativa al autómata; acto seguido intentó burlarse de la máquina intentando un “jaque pastor” (es decir, mate en tres jugadas), pero la máquina lo eludió; entonces el Emperador hizo una primera trampa y la máquina le corrigió el movimiento; una segunda trampa y la máquina le tomó la pieza. A la tercera trampa, El Turco dio un manotazo y derribó las piezas demostrando estar harto de un contrincante tramposo, provocando la rendición de Bonaparte entre el regocijo del público.
La partida contra Napoleón:
Este es el registro de la partida contra Napoleón Bonaparte, que jugaba con blancas, en notación algebraica de ajedrez:
1: e4 e5
2: QF3 Cc6
3: Ac4 Cf6
4: ne2 Ac5
5: a3 d6
6: O-O Bg4
7: QD3 Ch5
8: h3 Bxe2
9: Qxe2 Cf4
10: QE1 Cd4
11: Ab3 Nxh3
12: KH2 Dh4
13: g3 Cf3 +
14: NxE1 + kg2
15: Rxe1 Dg4
16: d3 Bxf2
17: RH1 Qxg3 +
18: kf1 Ad4
19: Ke2 QG2 +
20 KD1 Qxh1 +
21: Kd2 QG2 +
22: ke1 Cg1
22: CN3 Axc3 +
23: bxc3 QE2 # 0-1
24: bxc3 QE2 # 0-1
Maelzel llevó al autómata a jugar en Francia e Inglaterra y, debido al monto de sus deudas, viajó a los Estados Unidos, donde obtuvo un gran éxito popular. Maelzel decidió después llevarlo a Cuba, como primera parte de su gira sudamericana. Allí, su secretario y confidente, William Schlumberger, murió. Muchos informes indican que posiblemente fuese el hombre que, desde dentro, manejase al maniquí, ya que era un experto maestro de ajedrez. Fuese cierto o no, lo cierto es que pronto el resto del equipo de Maelzel lo abandonó, obligándole a embarcar de nuevo hacia Estados Unidos. En el viaje fue hallado muerto cerca del final de la travesía y su cadáver, cual era la costumbre, fue arrojado al mar. Desde entonces, el Turco dejó de actuar y su nuevo propietario lo vendió a John Mitchell, un doctor en medicina y cirugía que fundó un club con el expreso propósito de hacer beneficio económico. A cambio de un pago, revelaría el secreto del Turco a los socios del club. A pesar de que logró cierto éxito en sus primeras exhibiciones, Mitchell carecía del don para el espectáculo de Maelzel. Finalmente, el Turco fue donado al museo Peale de Filadelfia. En 1854, ochenta y cinco años después de su construcción, fue destruido en un incendio. El hijo de Mitchell, Silas, publicó un libro que explicaba sus secretos. Al menos quince jugadores de ajedrez habían operado al autómata a lo largo de su existencia.
Conocido también como el Jugador de ajedrez de Maëlzel, inspiraría diferentes relatos, y captaría poderosamente la atención de Ambrose Bierce, que concibió su cuento el Maestro de Moxon basándose en la figura del Turco, y Edgar Allan Poe, también dejó bien patente en El descubrimiento de Von Kempelen su fascinación por el fabuloso jugador de ajedrez. En 1835, Poe volvería a enfrentar la historia de la asombrosa máquina, escribiendo un relato titulado El jugador de ajedrez de Maelzel: el genial autor, apasionado por los enigmas y los acertijos de toda naturaleza y espoleado por el aura de misterio que rodeaba al ingenio, presenció una demostración del funcionamiento de esta máquina y trató de demostrar que todo era un fraude –tal y como con los años se sabría–. Efectivamente, el prodigioso engendro mecánico no jugaba al ajedrez , ya que había en su interior un ser humano, un avezado ajedrecista francés llamado Jacques Mouret, que realmente era quien gobernaba los precisos movimientos del maniquí. Finalmente, la maravilla técnica resultó ser un flagrante engaño, basado en un artificioso truco de ilusionismo.
El secreto:
El secreto del Turco se encontraba en la naturaleza plegable de los compartimentos dentro de su cabina y en el hecho de que los mecanismos y un cajón de la cabina no se extendían hasta la parte posterior, donde se encontraba un tablero de ajedrez secundario, que el operador usaba para seguir el juego. El fondo del tablero principal tenía un resorte bajo cada escaque y cada pieza contenía un imán. Este intrincado sistema permitía al operador saber qué pieza había sido movida y dónde. El operador hacía su movimiento mediante un mecanismo que podía encajarse en el tablero secundario, indicando al maniquí dónde mover.
Existen muchas leyendas respecto al autómata. Kempelen jamás fue un barón. El maniquí jamás fue operado por un veterano de guerra que hubiese perdido las piernas, ya que podía acomodar a un hombre completamente y jamás jugó contra Federico el Grande.
Al fraude de Von Kempelen siguieron no obstante diversos intentos de carácter científico por lograr el prodigio de una máquina capaz de desafiar a una partida de ajedrez a un campeón humano. Finalmente, tras una serie de experiementos de desigual fortuna, llegaría el Ajedrecista., el primer autómata que realizó la proeza. Contrariamente a su precedesor, el turco, el Ajedrecista era ” capaz de jugar ajedrez sin intervención humana.(…) construido en 1912 por Leonardo Torres Quevedo . El ajedrecista hizo su debut durante la Feria de París de 1914, generando gran expectación en aquellos tiempos y hubo una extensa primera mención en la prestigiosa revista Scientific American que mencionaba a Torres and His Remarkable Automatic Device” (“Torres y Su Extraordinario Dispositivo Automático”) el seis de noviembre de 1915. Con un dispositivo basado en el uso de electroimanes bajo el tablero de ajedrez, la máquina jugaba automáticamente un final de rey y torre contra el Rey de un oponente humano.
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VER DOCUMENTAL (CLIC) AQUÍ EN EL SIGUIENTE ENLACE:https://youtu.be/nUlwKXSI6sU
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Referencias:
https://www.wikiwand.com/es/El_Turco
http://www.librosmaravillosos.com/fraudesenganosytimosdelahistoria/capitulo03.html
http://www.juguetessomosnosotros.com/juguetes/automatas-el-juego-que-vencio-napoleon/
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